La influyente filósofa
política de origen judío, alemana nacionalizada estadounidense
Hannah Arendt fue seguramente la filósofa más importante
del siglo XX. Su obra se centra principalmente en las cuestiones relacionadas a
la política, desde un abordaje filosófico, y a la conducta humana.
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En realidad, el título completo de la obra es Eichmann en
Jerusalén, y lleva por subtítulo Un informe sobre la banalidad del mal.
Arendt lo publicó en 1963, tras haber asistido como periodista al juicio de
Adolf Eichman en Israel. Es un tratado profundo y complejo sobre la condición
humana.
El criminal nazi había sido secuestrado en Argentina en 1960 y
llevado a Jerusalén para ser enjuiciado por crímenes cometidos contra el pueblo
judío durante la tiranía del nazismo. Durante el proceso, se consideró que sus
crímenes fueron contra la Humanidad, y fue condenado a la horca.
Arendt, que había sufrido en carne propia los atropellos
del nazismo contra los judíos, presenció el juicio y sus reflexiones la
llevaron a ahondar en las causas del accionar desmedidamente cruel y malvado de
Eichmann. La frase "la banalidad del mal" hace referencia a ciertos
aspectos de la conducta humana que llevan a actuar con crueldad extrema no por
maldad intrínseca, sino por seguir las reglas del sistema sin reflexionar sobre
sus actos.
Detalló que Eichmann no tenía convicciones profundas ni
trayectoria antisemita. Tampoco tenía un caracter retorcido, ni era un enfermo.
Simplemente, hizo lo que hizo, para ascender en su carrera. Cumplió órdenes,
sin cuestionarlas, por ese motivo. Era un burócrata, que no reflexionaba sobre
sus actos. Era eficiente, pero no tenía sentimientos sobre el "bien"
y el "mal".
"Fue como si en aquellos últimos minutos [Eichmann]
resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección
de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se
sienten impotentes", escribió.
Para Arendt, esta explicación no justificaba de modo alguno el
accionar del criminal, a quien sin ninguna duda consideraba culpable.
La importancia de la idea de la "banalidad del mal" es
que Eichmann sólo es uno más de los criminales que atentan contra la humanidad
cumpliendo órdenes, posicionando su carrera, lo hacen por burócratas y no
por malvados. De esta manera, la filósofa advertía la necesidad de estar
siempre alertas a este fenómeno de personas "normales", sin
perversiones especiales que se convierten en monstruos cuando el sistema así se
los requiere, sin reflexionar sobre ello.
La
frase se popularizó para definir a quienes, sin tener una personalidad
perversa, son capaces de cometer grandes atrocidades.
Intelectuales de Israel la cuestionaron duramente. Sostuvieron
que semejantes niveles de crueldad sólo pueden ser cometidos por personas con
una tendencia a identificarse con sistemas perversos, y que la obediencia a las
reglas y la burocracia sólo son utilizadas como modo de justificarlo.
(Redacción El Intransigente)
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